domingo, 20 de septiembre de 2009

El Síndrome Septembrino

Así que el año pasado fueron las explosiones en Morelia, y éste año ha sido un deschavetado disparando para todos lados en el Metro.

No debe verse esto como una mera coincidencia, aunque tampoco se debe pensar que los dos hechos estén relacionados. Fuera de la cercanía de fechas, ¿qué puede tener septiembre que pasan cosas que sacuden de tal forma el ya muy maltrecho sentido de seguridad que se supone tenemos?

Y hablando de sentidos maltrechos, es totalmente simbólico (y significativo) el hecho de que ambas cosas hayan pasado en las fechas en que supuestamente nos invade más el sentimiento patrio. En ambos casos, no sólo debe quedarse el "shock" inicial y después pasar los hechos al muy particular anecdotario mexicano de eventos friqueantes. Debe mover a reflexión los motivos en uno u otro suceso: ambos encarrilados a desestabilizar a un gobierno que no ha podido hacer nada por frenar la crisis económica, el desempleo, la corrupción, la inseguridad, etc.

Todo mundo parece muy dispuesto a ponerse la camiseta de México en estas fechas (hubieran visto cómo estaba el Zócalo apenas a las seis de la tarde el 15), pero cada vez parecen menos las personas que al ponérsela piensan en el muy particular momento que estamos viviendo (y menos las que se impresionan por él, chequen el video del Metro y verán gente TOTALMENTE indiferente al cadáver tirado en el suelo). ¿Debe ser motivo de celebración el bicentenario? ¿Incluso debería celebrarse la Revolución, responsable DIRECTA de muchas de las cosas que han atrasado el desarrollo económico, social, cultural e incluso mental del país durante un siglo entero? ¿Realmente vamos hacia una generación que cambie las cosas, o estamos ya tan acostumbrados genéticamente al "Sí, lo que sea" que en realidad sólo queremos un motivo para celebrar ALGO?

Y, BTW, gracias Papá Gobierno. Tu discreto fascismo ya no sólo ha engendrado una respuesta (por demás obvia) del crimen, ahora también andas dando nacimiento a locos delirantes. Buen trabajo en sólo tres años, Calderón.

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