Primero que nada, ésta es casi una peli de gángsters.
Sí, es también una cinta "del holocausto" y tiene algunas de las cosas que la gente ha llegado a asociar comúnmente cuando oyen hablar de que en una película aparecen nazis, judíos y campos de concentración. Pero más que nada, es la aventura maliciosa de un grupo de hombres que encuentra en la ilegalidad (tal como lo hacen fuera del campo, que como bien dice el protagonista, "es sólo otra prisión") la mejor forma de evocar la libertad y ese sentimiento de pertenecerse a sí mismo.
Y es que, hablando del protagonista, Salomon "Sally" Sorowitsz, éste se sale del molde del típico protagonista en papel de "judío-caído-en-desgracia" de esta clase de cintas. Desde Munich, de Steven Spielberg, ha habido como un ligero intento por mostrar a los judíos luchando y contraatacando a los nazis o a cualquier otro que se les oponga (me vienen a la mente también Defiance de Edward Zwick o la más reciente Inglorious Basterds de Tarantino), pero el personaje de Sorowitsz (basado en Salomon Smolianoff, un auténtico falsificador) es el que le da alma a esta historia. Es una especie de James Bond vuelt0 hampón, el personaje que todo mundo se imagina como delincuente elegante y versado, pero que pocas veces se logra representar sin caer en el ridículo o la repetición de fórmulas.
Tomen su presentación, algunos meses después de la guerra, viviendo a lo grande apostando a las cartas y recorriendo Monte Carlo. Desde el principio sabemos que éste es un fin, pero éso precisamente hace diferente a ésta cinta del holocausto (porque, a final de cuentas, es el tema subyacente): sabemos que hay un final feliz, y ése final feliz no involucra ancianos entrevistados rememorando los maltratos a los que fueron sometidos de niños. El interés despierta desde ahí.
El planteamiento de la cinta es sencillo: la historia a grandes rasgos de la operación de falsificación más grande jamás hecha (si, ni siquiera el esfuerzo que pusiste para falsificar esas notas en la escuela se compara), involurando a tres personajes de forma prioritaria: el ya mencionado Sorowitsz, su amigo (y suerte de rival ideológico) Adolf Burger, y los dos líderes del campo, uno de ellos el mismo policía que metió a Salomon años atrás a los campos por falsificación (Nota para los que no prestan atención a detalles: Sally lleva dos insignias: una de criminal y otra de judío, lo que lo califica como un a BADASS) y otro el nazi brutal clásico: alto, rubio, balbuceante y afecto a las tácticas propias de un hijo de puta. Las interacciones entre estos personajes (y otros más, principalmente Kolya, el talentoso grafógrafo ruso) es lo que da vida a una cinta que no se basa más que nada en el dolor del holocausto, sino en la energía de la desesperación, la fuerza del dolor, la batalla que surge entre la voluntad y la consciencia.
Oh, y VIVA por el soundtrack: nada como el Tango para representar la subversividad, lo que surge desde adentro.
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