martes, 20 de julio de 2010

Grey

Usualmente agarro este espacio para tirar caca, decir idioteces o hablar inconsecuentemente de cosas intrascendentes.

Hoy no. Grey brincó anoche de la ventana, se rompió la cara y ahora está hospitalizado, con un tubo metiéndole comida líquida directamente en la tráquea, con el paladar blando partido a la mitad como cáscara de nuez, el tabique nasal inundado de saliva y sangre y los pulmones inflamados.

Grey no es una persona. Sólo es un gatito tabby de seis meses, inteligente, ágil y travieso. Es fascinante verlo cazar moscas y mosquitos, con sus pupilas enormes incrustadas en sus ojitos verde claro siguiendo sind esviarse el vuelo de sus víctimas. Cuando leo recostadoen el sofá o en la cama, llega y restriega su rostro con mi cara, esperando que deje la lectura y le acaricie detrás de las orejas. Su coloración lo hace uno entre 10000, o al menos eso me dijeron en la veterinaria, pues es raro que los machos tabby tengan tres colores (Grey es Blanco-Café muy claro-Gris, o en jrga gatuna, blanco-crema-azul). También le gustan los videojuegos -verlos, obviamente-, sobre todo Geometry Wars y Street Fighter 4. Y las baquetas de rock band le parecen sumamente entretenidas.

Y, como todos los gatos, tiene una adicción patológica por las alturas. Lo cual lo llevó a donde está ahora.

Como mascotas he tenido una variedad que si fuera juego de X Box, sin duda merecería dos o tres logros. Perros, hamsters, peces, canarios, conejos e incluso un pollo tuerto (que cuando lo tuvimos que regalar descubrimos, por aviso de su nueva dueña, que era gallina y de las ponedoras), pero debo confesar que pocas con tanta personalidad como mi gato Grey, que a seis meses de ser el primer felino en tener el honor de ser un López, también lo golpea la mala suerte característica de la familia. Y a un bebé prácticamente, un infante. Deberían verlo cuando corre por toda la casa, tirando adornos y con la mirada impasible, indiferente, común a todos los gatos. Juego porque soy libre, dicen. Y por eso tiro tus discos.

Así que estoy triste, y me vale madres usar este blog por primera vez como si fuera colegiala aficionada a los Jonas Brothers, berreando como becerro, aunque creo que mi gato es más valioso y cool que esos sujetos. Me parece mucha mejor compañía que muchas personas que aburren con sus estúpidos intentos de conversación, hipócritas expresiones de amistad o simplemente su talante pesado y vulgar. Mi gato está entre este barrio y el otro, y por primera vez en mucho tiempo eso me hace sentirme realmente impotente y sin nada qué hacer.