domingo, 27 de junio de 2010

Veeeer...

El gol anulado injustamente a Inglaterra es lo más simbólico de la época tan pinche que nos ha tocado vivir. El fallo de la tecnología, propiciado por la estulticia de ejecutivos que se quedaron, por ignorancia, pereza o avaricia, en 1970, cuyo máximo adelanto tecnológico sólo permitía a los aficionados en casa medio ver borrosamente si una jugada era o no era, entró o no, un pie habilitaba o cancelaba. ¿Es en bien de los aficionados, del juego o de qué? ¿No se supone que el fútbol es un juego justo? ¿No se supone que las reglas deben respetarse, claras como que si el balón pasa la raya es gol? La tradición no implica estar peleado con cualquier avance que permita despejar dudas de resultados. Por eso nadie (al menos nadie en sus cinco) le cree a Brasil sus cinco títulos, o a la propia Inglaterra o Francia sus campeonatos ganados cuando estaban en su casa.

Ojalá ya la generación que nació y creció con la tecnología (la verdadera tecnología, no las mamadas que les decían a nuestros abuelos primero con el radio y el teléfono y a nuestros padres después con todo lo que implicaron los ochentas) la sepa aprovechar, y que no sea un desperdicio en manos de oligarcas, políticos, tiranos y demás. Ya hay que terminar de hartarse del youtube y el twitter, y madurar.

Y al momento, acaba de anotar Alemania su cuarto gol. Alemania no tiene la culpa de la tranza que le hicieron a Inglaterra, pero nadie puede negar que un empate al medio tiempo hubiera propuesto una segunda parte muy, muy diferente.

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